martes, 16 de mayo de 2017

San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, por tierras de León.


San Josemaría Escrivá de Balaguer nació el 9 de enero de 1902 en Barbastro (Huesca). Fue ordenado sacerdote en Zaragoza, el 28 de marzo de 1925. El 2 de octubre de 1928 —fiesta de los Santos Ángeles Custodios— fundó, por inspiración divina, el Opus Dei, cuya misión principal es recordar a todos los cristianos que pueden ser santos en medio del mundo, santificando su trabajo ordinario.
El 26 de junio de 1975 falleció en Roma, después de haber mirado con cariño una imagen de la Virgen que presidía el lugar donde trabajaba. El Santo Padre canonizó al Fundador del Opus Dei el 6 de octubre de 2002. Su fiesta litúrgica se celebra el día 26 de junio. Innumerables personas de todo el mundo han obtenido favores gracias a su intercesión.
El Fundador del Opus Dei conocía bien León. Estuvo aquí en numerosas ocasiones desde los años treinta hasta 1946, cuando fijó su residencia en Roma. Tenía buenos amigos en León y, gracias a ellos, conocemos algunos detalles de sus viajes.


Firma de S. Josemaría en el Libro de Firmas de la Catedral de León.


La primera visita que D. Josemaría realizó a León fue entre los días 1 y 9 de junio de 1934. En esos días estuvo en Plasencia, Béjar y León, según aparece en el libro “DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei”, página 233. Su hermano Santiago hizo el bachillerato como alumno libre en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid. En junio de 1934, le quedaban solo nueve asignaturas para acabar; las superó en el Instituto de Béjar.
La siguiente visita a León debió de ser el 7 de julio de 1934, según consta en el Libro de Firmas de la Catedral (Libro de Firmas nº 3 de 1929-1939, folio 79). D. Francisco Llamas, que en 1935 era seminarista, recuerda que se alojaba en sus viajes a León en la casa rectoral de la parroquia de S. Juan y S. Pedro de Renueva —hoy desaparecida—, pues le unía una gran amistad con D. Eliodoro Gil —el párroco— a quien conocía desde 1931. Este sacerdote frecuentaba la Academia DYA de la calle Luchana y, posteriormente, la Residencia de Ferraz, sendas iniciativas apostólicas de D. Josemaría Escrivá. Recuerda también haberle acompañado varias veces al Hotel Oliden —actualmente Hotel Alfonso V—, donde mantenía reuniones con diversas personas y predicaba meditaciones y retiros espirituales en un oratorio que en la zona privada tenía el hotel. En ese oratorio celebró varias veces la Santa Misa.
Recordaba también D. Francisco Llamas cómo en diversas ocasiones se detuvieron delante de la Virgen Blanca, en el parteluz de la fachada oeste de la Catedral, para rezar a Nuestra Señora. Desde 1956, esta imagen está situada en una capilla de la girola de la Catedral. En su lugar se colocó una copia, obra de Andrés Seoane.

Antigua Parroquia de S. Juan y S. Pedro de Renueva. Foto Antonio. León.

Más adelante, durante la Guerra Civil Española, D. Josemaría estuvo también en nuestra ciudad. En enero de 1938, después de una agotadora y arriesgada marcha invernal por los Pirineos, logró pasar de una zona a la otra y se estableció en Burgos. Atrás quedaban muchos meses de persecución por su condición de sacerdote. Una vez recuperada la libertad, podía volver a restablecer el contacto con los miembros del Opus Dei que la guerra había dispersado por los frentes, y con otros muchos chicos que habían participado en su incansable labor apostólica en Madrid.
En una carta dirigida a Manuel Sainz de los Terreros Villacampa desde Burgos dice lo siguiente:
Pasado mañana —¡viajante de mi Señor Jesucristo!— emprendo este viaje: Burgos-Palencia, Palencia-Salamanca: Salamanca-Ávila: Ávila-Salamanca: Salamanca-Palencia: Palencia-León: León-Astorga: Astorga-León: León-Bilbao: y... qué sé yo: a lo mejor, tengo que largarme a Sevilla.
No hay como ser un pobre de Solemnidad, para recorrer el mundo.
Esta carta fue enviada hacia el 15 de enero de 1938. Procuraba viajar por toda España para hacer apostolado y por eso se llamaba a sí mismo "viajante de Nuestro Señor Jesucristo".
El martes 15 de febrero de 1938, visita León y, el día 16, Astorga. Aprovechó el viaje para entrevistarse con varias personas, entre ellas el obispo de Astorga (D. Antonio Senso Lázaro), con Espinosa de los Monteros y con D. Eliodoro Gil Rivera.
A Espinosa de los Monteros le descubrió su posible vocación a la Obra y D. Eliodoro Gil se comprometió a tirar a multicopista las cartas circulares, que le enviaría desde Burgos, para repartirlas entre los suyos por los frentes de guerra. Se trataba de una "hoja familiar", en la que se daban noticias de amigos y consejos espirituales. Se enviaba en sobre cerrado y el propósito de D. Josemaría era que esta hoja apareciese mensualmente en la segunda quincena del mes. El proceso de su elaboración consistía en enviar el original, escrito a máquina, a D. Eliodoro Gil, a León, el cual la enviaba luego a Burgos, una vez hechas las copias a multicopista. Quienes recibían esas "Noticias" sentían renacer en el alma nuevos impulsos con su lectura.
Estos documentos se imprimieron en León hasta que la máquina de ciclostil se estropeó. De esta abundante correspondencia de San Josemaría surgió el punto 977 de "Camino":
"La carta me cogió en unos días tristes, sin motivo alguno, y me animó extraordinariamente su lectura, sintiendo cómo trabajan los demás". —Y otro: "me ayudan sus cartas y las noticias de mis hermanos, como un sueño feliz ante la realidad de todo lo que palpamos..." —Y otro: "Qué alegría recibir esas cartas y saberme amigo de esos amigos!" —Y otro y mil: "Recibí carta de X, y me avergüenza pensar en mi falta de espíritu comparado con ellos".
¿Verdad que es eficaz el "apostolado epistolar"?

 A la derecha, el antiguo Hotel Oliden. Foto Antonio. León.

Además, este buen sacerdote le pagó el hotel, le regaló unos dulces y le dio "una buena limosna", como diría más tarde D. Josemaría.
En una carta dirigida a la Dña. Josefa Segovia Morán de la Institución Teresiana le explica:
Voy caminando de la Ceca a la Meca: si encuentro hijas de D. Pedro, les espeto una plática... Así, tres veces en Bilbao, en Valladolid, en Ávila, en León y Astorga, en San Sebastián, en Zaragoza... ¿Le parece bien? (Burgos, 3 de marzo de 1938).
En el viaje de los días 15 y 16 de febrero de 1938, se alojó en la habitación 309 del Hotel Oliden. Comenta desde Córdoba a los miembros del Opus Dei que estaban en Burgos:
En el hotel me dan la habitación 9. El número que me entusiasma (¡Esa teología de las matemáticas!). En León aún conocían mejor el negocio: me dieron el 309; y pensé: el 3 mi Padre-Dios; el 0, yo, pecador (mea culpa!); y el 9 mis chicos. ¡Qué rebueno es Jesús que con tan poca cosa, nos lleva a Él! (Carta enviada con una fecha cercana al 17 de abril de 1938).
Los días 15 y 16 de junio solicita las licencias ministeriales al obispo de León.

San Josemaría en Veguellina de Órbigo

El padre Carmelo Ballester Nieto era autor de una edición del Nuevo Testamento que le había regalado el obispo de Pamplona, D. Marcelino Olaechea. Este texto lo utilizó San Josemaría en los Ejercicios Espirituales que realizó al llegar a Pamplona tras el mencionado paso por los Pirineos. El 15 de mayo de 1938, D. Carmelo fue consagrado obispo de León. D. Josemaría no pudo asistir a la ceremonia por estar de viaje en el frente de Aragón. Envió a Monseñor Carmelo como regalo una bandeja de plata que llevaba grabada el blasón del nuevo Prelado.



Estación de Veguellina de Órbigo hacia 1940. Foto cedida por Santiago Mansilla.

D. Carmelo invitó a D. Josemaría a pasar unos días con él en el Palacio Episcopal. Éste, además de visitar a D. Carmelo, tenía la intención de ir al sepulcro del Apóstol Santiago. Quería “ganar el jubileo y pedir por todos” —como escribió en una de sus cartas—. Siguiendo la tradición secular de las peregrinaciones medievales, los devotos iban a lucrar las indulgencias concedidas en el Año Santo. Año Santo fue el de 1937, y se prolongó hasta 1938, debido a las difíciles circunstancias de la guerra.
El 15 de julio de 1938, por la tarde, llegó a León. En la estación del ferrocarril le estaba esperando D. Eliodoro Gil Rivera, que le condujo al Palacio Episcopal. Allí pudo saludar al recién consagrado obispo D. Carmelo Ballester, que le recibió cordialísimamente. Además, el fundador del Opus Dei, también vio a D. José María Goy, antiguo auditor de La Rota y viejo amigo, que era el Vicario General de la diócesis.
D. Josemaría afirmó en una carta dirigida a Juan Jiménez Vargas, que estaba en Burgos, que fue “mimado por este santo obispo” a la vez que suplicaba: Pedid por mí: que este jubileo me limpie y me encienda el alma.
El 16 de julio, D. Josemaría celebra a D. Carmelo por su santo. Ricardo Fernández Vallespín llegó a León ese día, procedente del frente de Teruel, adonde había ido para acompañar a otro miembro del Opus Dei —Juan Jiménez Vargas—, que aprovecha unos días de permiso por la convalecencia de las heridas recibidas en el frente de Madrid.
El 17 de julio —domingo—, D. Josemaría, después de celebrar la Santa Misa en las Teresianas, fue con D. Eliodoro y Ricardo a la estación, camino de Santiago de Compostela. Llegaron cuando acababa de arrancar el tren y se quedaron en tierra. D. Eliodoro arregló el percance y contrató a un taxista, feligrés de su parroquia, que les llevó hasta Veguellina de Órbigo, donde alcanzaron el tren de Galicia.
Este suceso quedó grabado en la memoria de D. Eliodoro, que narra lo siguiente:
Llegaron a la estación cuando ya estaba pitando el tren. Un taxista, feligrés mío —de nombre Cartujo—, nos llevó hasta Veguellina de Órbigo, a unos 30 kilómetros de León, donde alcanzamos el tren. Durante aquel trayecto, el Padre [se refiere a San Josemaría] nos dirigió la meditación y nunca se me olvidarán sus palabras. Incluso se le grabaron al taxista que me las recordó muchas veces. Allí, desde las ventanillas del coche, contemplábamos la preciosa vega del Órbigo, donde se cultiva remolacha y lúpulo.

El Padre nos habló con la imagen del borrico, que se la debió inspirar aquel campo, en el que se veían muchas norias con sus borricos. Es ese trabajo esforzado y continuo —monótono, si se quiere, pero eficaz— es ese trabajo el que va llenando los cangilones que derraman el agua a los campos que se cubren de verdor y fecundidad. "Fijaos" —nos decía— "que el pobre burro está dando nada menos que todo lo que tiene, con toda paciencia. Y nos da ejemplo de cómo tenemos que servir a Dios".
También D. Josemaría dijo que el borrico caminaba por el lendel con los ojos vendados, sacando el agua que corría abundante por la acequia. Les comentó también la importancia de ese trabajo monótono, perseverante, sin aparente fruto, pero imprescindible para dar lozanía al huerto. Después, elevando la parábola del burro a nivel espiritual, les hizo considerar la importancia de saber obedecer humildemente: recorrer el camino justo, con los ojos vendados, iluminados por la luz interior de la fe, sabiéndonos instrumentos en las manos de Dios.
En aquella escena campesina se transparentaba —además de la docilidad— el trabajo cotidiano, humilde, monótono y oscuro, hecho de pequeños y repetidos esfuerzos, pero con espléndidos resultados para servir a Dios. Así nació el punto nº 998 de “Camino” —el famoso libro para hacer oración de San Josemaría—:
¡Bendita perseverancia la del borrico de noria! —Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas. —Un día y otro: todos iguales.
Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto, ni tendría aromas el jardín.
Lleva este pensamiento a tu vida interior.
El día 19 de julio, después de haber ganado el jubileo, San Josemaría hace noche en el viaje de regreso a Burgos.

Ejercicios Espirituales para los sacerdotes de la diócesis de León

Cuando terminó la guerra civil, D. Josemaría se vio metido en una tarea de almas que estaba muy dentro de su corazón. Después de tres años de persecución de la Iglesia, renacía la fe y la generosidad de los cristianos. Los seminarios y las congregaciones religiosas se llenaban de vocaciones. Los obispos, empezando por los de Valencia y Vitoria, pidieron a D. Josemaría que predicara Ejercicios a los ordenandos y al clero diocesano. ¿Cómo podía negarse? Pronto le llamaron desde todas las partes de España: Navarra, Madrid, León, Huesca, Ávila, Lérida... desde el verano de 1939 hasta la Navidad de 1942 predicó hasta veinte tandas de Ejercicios Espirituales de siete días.

Monseñor Carmelo Ballester Nieto, obispo de León, era un hombre precavido. Escribió a D. Josemaría el 3 de mayo de 1940 para que se encargara de predicar unos Ejercicios Espirituales.


Procesión ante el Palacio Episcopal de León hacia los años 40. Foto Antonio. León.

D. Josemaría llegó a León, procedente de Madrid, el día 31 de julio de 1940. Al día siguiente —1 de agosto— dieron comienzo los Ejercicios Espirituales que terminaron el día 9 de agosto. Era la primera tanda de agosto, a la que le sucedió otra que no predicó D. Josemaría.
En el Boletín Oficial del Obispado de León número 12, de 9 de diciembre de 1940, en las páginas 732-745 aparece la relación de los sacerdotes que participaron en las dos tandas de ejercicios espirituales predicadas en el mes de agosto, pero no parece el nombre del predicador. Los sacerdotes que asistieron a la que predicó San Josemaría fueron ciento diez. Algunos dejaron sus recuerdos.
D. Fortunato Alonso de la Puente (1911 - 1991) era sacerdote castrense y conoció a San Josemaría en Vitoria. Narra lo siguiente:
Lo que más recuerdo de los Ejercicios es lo que habló del sacerdocio. Él, sobre el sacerdocio, debía tener algún estudio hecho, algún trabajo; ésa fue la meditación más me gustó: la institución del sacerdocio, el pensamiento de Cristo, el sentimiento de Cristo; cómo íbamos a ser los sacerdotes a través de los tiempos.
D. Francisco Álvarez Rodrigo (1900 -1978), entonces coadjutor encargado de San Francisco de la Vega en León, afirmaba:
Hablaba fundamentalmente de dos cosas, según lo que yo ahora puedo recordar: de adquirir espíritu de oración, y sobre todo de la caridad sacerdotal. Todo ello, lo mismo que lo demás, siempre mezclado con mucho Evangelio.
D. Andrés Prieto Decimavilla (1901-1984) era en aquel entonces ecónomo de Villacalabuey (León) y en sus recuerdos resalta la alegría y confianza en la Providencia que transmitía, tanto en las meditaciones como en las conversaciones personales.
D. Gumersindo Fernández, ya fallecido, escribía:
Estos Ejercicios dejaron una honda huella en mí y me han servido no sólo entonces, sino durante toda mi vida, pues todos los años los repaso, y llevo a la oración las notas que tomé entonces.
El día 4 de agosto de 1940, después de varios días de Ejercicios, escribía D. Josemaría esta anotación:
No me encuentro bien, aunque nada manifiesto: me molesta la garganta y siento dolores en la espalda. He tenido que acostarme vestido, durante una media hora.
Presintió también ese día, y así lo reflejó en sus Apuntes íntimos, que se hallaba al borde del agotamiento y que debía dedicar más horas a la formación de los miembros del Opus Dei:
Entiendo que debo negarme, en lo sucesivo, a toda labor ajena a la Obra; a no ser que haya mandato formal de la Jerarquía. Voy recibiendo luces sobre el trabajo inmenso en el Opus Dei; a pesar de ser tantas mis miserias. ¡Qué bueno es Jesús!
Ese domingo, 4 de agosto, escribía a los miembros de la Obra de Madrid para comunicarles la decisión de dedicarles más tiempo:
No sé qué deciros: quizá que, en lo sucesivo, procuraré evitar compromisos ajenos a nuestra labor. Aunque este servicio a la Santa Iglesia, en sus Sacerdotes, me encanta, tengo deberes más imperativos con vosotros.
Combinó el servicio heroico a los sacerdotes con el servicio a la Iglesia y a la Obra. Continuó sus trabajos como predicador. El intenso trabajo y el comienzo de una grave enfermedad dejaban asomar en él un rostro alarmante. De todas formas, no era una persona dada a las quejas. Al terminar los Ejercicios Espirituales en León, afirmaba:
Estoy... ¡más gordo!... y más cansado. Pero muy contento. (Carta desde León a los miembros del Opus Dei en Madrid).
D. Florentino Alonso de la Puente recuerda que acompañó a D. Josemaría y a los chicos que habían venido de Madrid a visitar la Basílica y el museo de San Isidoro, a la que dedicaron buena parte de la tarde del día que terminaron los Ejercicios Espirituales: el 9 de agosto de 1940. Antes, habían comido en el restaurante “La Muralla”, que más tarde se llamó “Los Candiles”, y que ya ha desaparecido. Estaba adosado a la muralla, de ahí su antiguo nombre, en la calle Independencia, al lado de la actual Subdelegación del Ministerio de Defensa.
Al día siguiente, 10 de agosto, D. Josemaría regresó a Madrid. El día 11 de agosto, D. Carmelo Ballester —obispo de León— escribió a D. Josemaría y, entre otras cosas, le decía: No quiero que se pase un solo día más sin repetirle ‘gracias y mil gracias’ por el bien que ha hecho a nuestros buenos sacerdotes. Sí, sí les ha hecho muchísimo bien, de lo que me alegro en el alma. ¡Dios sea bendito!

Nisa, una de las primeras mujeres del Opus Dei

D. Eliodoro Gil, párroco de S. Juan y S. Pedro de Renueva, conocía a una joven feligresa, Nisa (Narcisa González Guzmán). Se la presentó a D. Josemaría en la primera semana de agosto de 1940.
Unos años antes, Dios había hecho ver a D. Josemaría que —contrariamente a su opinión— también las mujeres debían tener un lugar en el Opus Dei. Al terminar la guerra, reemprende esta labor y será precisamente esta leonesa una de las primeras mujeres de la Obra. Nisa recordaba las primeras entrevistas con D. Josemaría de esta manera:

 Imagen de la Virgen Blanca en el parteluz de la portada oeste de la Catedral de León.

Acababa de comenzar el mes de agosto de 1940 cuando conocí a Monseñor Escrivá. Se hospedaba en el Palacio Episcopal, porque había venido a León a dar unos Ejercicios Espirituales a los sacerdotes de la diócesis, invitado por el obispo D. Carmelo Ballester.
Atravesé la gran puerta de entrada, con arco de medio punto, que da acceso a un amplio patio del que arranca una escalera que conducía a los salones y despacho de trabajo del obispado. Otras veces había estado allí, pero presentía que ésta sería muy diferente, que aquel encuentro iba a cambiar mi vida. Hasta entonces, procuraba llenar los días como solía hacerlo cualquier chica de mi edad y de mi ambiente. Estudiaba idiomas y practicaba diversos deportes: mis preferidos eran el tenis y el esquí. Recuerdo muy bien con qué entusiasmo fui por entonces a recoger la copa que gané en un campeonato de descenso. Todo esto me llenaba relativamente.
Me hicieron pasar a un salón inmenso, solemne. Poco después apareció D. Josemaría llamándome por mi nombre y saludándome con su natural amabilidad. Una de las cosas que se me quedaron grabadas con más fuerza de aquella entrevista con nuestro Fundador fue su gran sentido sobrenatural.
Me explicó que las personas de la Obra eran ciudadanos corrientes, que procuraban santificarse sin salirse de su sitio. Esta idea, que ya conocía, me había impresionado desde que la oí. Escuchaba impresionada tratando de captar cada una de sus palabras, dichas con fuerza, con convicción. Se abría ante mí un panorama de vida interior y de labor apostólica que me atraía enormemente.
No fue muy larga aquella conversación, pero a mí me pareció todavía más breve. Me despedí del Padre cambiada, aunque no le comenté nada en aquel momento. Desde aquel día creció mi inquietud. Noté que la llamada del Señor había sonado, aunque tardé un tiempo en responder.
Así lo contaba dos años más tarde en una carta a Amparo Rodríguez Casado: “Cuando hablé con el Padre la primera vez, me quedé completamente decidida a seguir haciendo mi vida vulgar. Nada me volvió a decir porque no le volví a ver hasta que cambié de parecer. Pero estoy segura de que pediría tanto por mí que al fin hube de abrir los ojos” (León,  22 de febrero de 1942).
Volvió a encontrarse con el Fundador el 28 de abril de 1941. Había acudido a Madrid con su familia y unos conocidos, los Oliden. Una hija del matrimonio, Aurora, aunque bastante mayor que ella, era amiga suya. Aurora Oliden Sáez (1897-1974) nació en Santa María del Invierno (Burgos). Su familia se trasladó a vivir a León cuando ella tenía diez años. En esta ciudad sus padres regentaron varios hoteles. Uno de ellos, el Hotel Inglés –más conocido como el Hotel Oliden, ya mencionado anteriormente- que estaba en la céntrica plaza de Santo Domingo. Aurora Oliden se había encargado de la parte financiera del hotel desde los quince años. En el hotel debió de conocer a San Josemaría, pues se hospedó allí en febrero de 1938 y, después de esa fecha, acudió para predicar meditaciones y retiros espirituales en el oratorio que la familia tenía instalado en la zona privada del hotel. Se sintió atraída por el mensaje del Fundador del Opus Dei, aunque siempre con grandes dudas. Acudió varias  veces a Madrid – en abril de 1941, a los ejercicios espirituales organizados en Lagasca a principios de agosto de 1941 y en mayo de 1942, para ayudar a los preparativos del nuevo centro de mujeres-. Volvió algunos meses al centro de la calle Jorge Manrique, desde el 2 de marzo hasta el 29 de mayo de 1943 como consta en el Diario. Fue perdiendo paulatinamente el contacto.
Esta inquietud fue aumentando en el alma de Nisa. En mayo de 1941, hace un viaje a Madrid y pide a San Josemaría que acepte su decisión de formar parte del Opus Dei. Al cabo de los años, cruzará repetidamente las rutas del mundo extendiendo la llamada universal a la santidad y al apostolado: Francia, Canadá, Estados Unidos, Italia, Inglaterra. Algunas veces será la pieza clave enviada por el Fundador del Opus Dei en busca de un espacio para iniciar el apostolado en cada país.

Últimos viajes de San Josemaría a León
El 2 de abril de 1942 —Jueves Santo—, D. Josemaría viaja de Valladolid a León, pasando por Medina de Rioseco. Asiste a los Oficios en la Catedral de León en compañía de Álvaro del Portillo —primer sucesor de San Josemaría, cuya causa de canonización se inició en Roma en el año 2004— y Ricardo Fernández Vallespín. Se alojan en estos días de Semana Santa en el Palacio Episcopal.

Estación del Norte. León.
El 3 de abril, Viernes Santo, Nisa González ve a D. Josemaría en los Oficios y afirma lo siguiente:
Me conmovió verle tan metido en Dios, y a la vez tan natural: una actitud sencilla y profunda al mismo tiempo, que en otras ocasiones, gracias a Dios, pude contemplar después.
El 5 de abril, Domingo de Pascua, D. Josemaría y Álvaro del Portillo cenan con el obispo de León. Al día siguiente —6 de abril—, regresan a Valladolid.
El martes 10 de agosto de 1943, realiza el viaje Zamora-León-Tábara-Tordesillas. En esta ocasión come con el obispo de León.
El 1 de febrero de 1945 realiza el viaje Palencia-León-Astorga-Orense.
El 6 de agosto de 1947 realiza el viaje Molinoviejo (Segovia)-Valladolid-León-Lugo. Hace escala en León y le acompaña Álvaro del Portillo.
Termino este pequeño relato de los viajes de San Josemaría a la provincia de León con una referencia suya a la Virgen del Camino, en una carta a Nisa González Guzmán en noviembre de 1941:
Que pidas mucho y hagas pedir: con oración iremos a donde sea preciso ir. Que a esa Virgen del Camino encomiendes el tuyo [se refiere al viaje de la vida] y el de todos nosotros. Que estés muy contenta.
Agradecimientos
A José Luis Riera Casadevall, a D. Manuel Pérez Recio, a Santiago Mansilla y a Antonio Díez Carracedo, que me facilitaron información y fotografías para este artículo.

Bibliografía
RODRIGUEZ, PEDRO: Camino. Edición crítica-histórica. Instituto Histórico Josemaría Escrivá. Ed. Rialp. Madrid, 2002. ISBN:8432133906.
VÁZQUEZ DE PRADA, ANDRÉS: El Fundador del Opus Dei. Vol. II. Dios y Audacia. Ed. Rialp. Madrid, 2002. ISBN: 843213421X.